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Ley de etiquetados: caso chileno y los desafíos para la industria en Latinoamérica

Conoce cuáles han sido los verdaderos resultados de la Ley de Etiquetados, la realidad alimentaria en América Latina y los desafíos que plantea para la industria de alimentos.

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A principios de octubre, la Cámara de Diputados de México aprobó de forma mayoritaria la instauración del etiquetado frontal de advertencia para aquellos alimentos o bebidas que superen en azúcares añadidos y grasas saturadas, los valores establecidos por la Secretaría de Salud.

Esta normativa forma parte de la reforma a la Ley General de Salud, que busca frenar las alarmantes cifras de sobrepeso y obesidad que posee el país, donde uno de cada tres niños y siete de cada diez adultos sufre de este problema.

Si bien las investigaciones médicas han determinado que existen múltiples causas para la obesidad, por lo que cada caso debe analizarse de forma particular, los legisladores se enfocaron en introducir las etiquetas como una manera de incentivar el cambio en los hábitos de alimentación de los ciudadanos.

Para conseguirlo, tomaron como ejemplo la ley implementada en Chile en junio del 2016, cuyo principio es simplificar la información y promover el consumo consciente en la ciudadanía, a través de los sellos “Alto en calorías”, “Alto en sodio”, “Alto en azúcares” y “Alto en grasas saturadas”, que evitan el complejo cálculo de porciones y porcentajes.

La iniciativa chilena fue replicada en Uruguay en agosto del 2018 y comenzará a regir a partir del primer trimestre del 2020, mientras que en febrero de este año empezaron a circular los primeros productos etiquetados en Perú, cuatro meses antes de que la ley entrara en vigencia.

 

¿Qué dice la industria alimentaria de Latinoamérica?

En cada uno de los países donde se implementó la Ley de Etiquetado, existe un intenso debate respecto a las repercusiones que tiene esta medida en relación a la información a la que acceden los consumidores respecto a los alimentos y cómo incide en sus decisiones de compra.

Una de las principales críticas del sector fue que consideraban que los sellos no entregaban mayor información respecto a la composición real de un alimento, situando en la misma categoría a un producto que apenas supera el máximo de lo permitido con otro que excede ampliamente el rango de lo establecido.

 

El etiquetado no basta

Si en algo coinciden las industrias de México, Perú y Chile, es en la idea de que el etiquetado es insuficiente para lograr un cambio en los hábitos de alimentación en la ciudadanía, por lo que no habría una disminución en los índices de sobrepeso y obesidad.

Luis Fernando Haro, Director General del Consejo Nacional Agropecuario, declaró en  agosto de este año una columna publicada por El Sol de México que, “hemos manifestado la importancia de trabajar en promover una mejor información comercial a los consumidores, sin embargo, consideramos que las propuestas que se analizan, tanto en el Legislativo, como en el Ejecutivo para modificar el etiquetado frontal ‘satanizan’ ciertos productos, la realidad es que no existen alimentos malos, existen malos hábitos en el consumo de los mismos y cuando hablamos de este tipo de problemas de salud, hablamos de una sobre ingesta de calorías y energía, sumado a una nula realización de actividad física que permita un balance entre el consumo y el gasto de lo que consumimos”.

Su análisis concuerda con lo expresado en noviembre del 2018 por el empresario chileno Gonzalo Bofill, Presidente de Empresas Carozziquien calificó la normativa como un “fracaso” y alertó sobre la urgencia de introducir cambios en el sistema, citando a un estudio de la FAO (2018) donde el país sudamericano ocupa el segundo lugar entre los países OCDE con mayor tasa de obesidad.

«La ley tenía el gran objetivo de combatir la obesidad, pero su mala implementación, debido a un mal reglamento, demuestra que está lejos de mejorarla. ¿Qué mejor indicador externo que el último informe de la FAO? Este señala que, desde que se implementó la ley, Chile saltó del octavo al segundo lugar entre los países de la OCDE con mayor tasa de obesidad. Es un indicador objetivo que la obesidad sigue aumentando y los consumos no se han alterado», dijo.

Bofill coincidió con lo que menciona Luis Fernando Haro en su columna, al plantear que el etiquetado debería enfocarse en lo que realmente consume una persona. “Un (etiquetado) por porciones, que entregue más información para poder comparar y decidir, un sistema que eduque. Nuestra propuesta no es eliminar el etiquetado, sino perfeccionarlo. Sugerimos que el sello contenga la cantidad de nutrientes críticos: azúcar, sodio, grasas y calorías; y el porcentaje que representa de lo que la OMS recomienda como ingesta diaria. Eso nos permitiría comparar y tomar mejores decisiones, además de corregir la grave distorsión que representa el criterio de los 100 gramos o 100 ml. No es lo mismo un litro de leche que un litro de bebida”, planteó.

La crítica de la industria alimenticia surge respecto a los inciertos resultados que ha tenido el sistema de sellos en su país de origen, ya que los últimos informes de organismos internacionales han revelado que las cifras de sobrepeso y obesidad en Chile no han disminuido, sino que han aumentado.

 

Las contradictorias cifras de la Ley de Etiquetado en Chile

A tres años de su implementación, la Ley de Etiquetado en Chile aún no tiene resultados concluyentes que determinen si ha sido efectiva en el combate contra la obesidad, pese a que los estudios que se han realizado sobre esta norma en Chile muestran que la ciudadanía ha tenido una recepción positiva a los octágonos negros.

Así lo refleja un estudio realizado por el Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile en el 2017, donde un 78,5% de los encuestados dice que el etiquetado podría incidir en la decisión de consumir determinado alimento. El desglose reveló que un 25,7% dejaría de comerlo, el 26,2% dice que debería consumirlo menos veces que un alimento sin sellos, y el 26,6% declara que debería ingerirlo en menor cantidad que otro sin sellos.

Además, el año pasado la Universidad de Chile publicó la investigación “Identificación de los efectos del etiquetado de alimentos en el comportamiento del consumidor”, donde analizó los efectos de los sellos en cuatro categorías, como cereales para el desayuno, jugos, chocolates, dulces y galletas.

En el caso de los cereales, la advertencia reduce en un 11% la posibilidad de que un producto sea escogido, porcentaje que se eleva al 23,8% en la categoría de los jugos. Sin embargo, en el caso de los chocolates, dulces y galletas, alimentos que suelen tener mayor cantidad de azúcares, calorías y grasas, la regulación no ha tenido un mayor impacto.

Daniel Schwartz, académico de ingeniería industrial de la U. de Chile e investigador del Instituto Milenio ISCI, señaló respecto al estudio, “sin embargo, no es un método que permite medir el impacto de una política en términos de comportamiento. Lo que se dice no es necesariamente lo que se hace”.

 

El preocupante avance de la obesidad en Chile

Las palabras de Schwartz plantean dudas respecto al real efecto que estas normativas están teniendo dentro de la población, ya que, al parecer, existe una profunda contradicción entre los hábitos que se dicen tener -preferir un producto por sobre otro debido a los sellos- y las conductas que se practican, las que pueden ser influenciadas por variables que van más allá de las etiquetas.

Michel Leporati, Director de Transferencia Tecnológica de la Universidad de Talca y Presidente de la Corporación Chilena para la Protección de los Alimentos, en entrevista con InStoreView, explicó “una de las críticas que hago a la Ley de Etiquetado es que no facilita al consumidor discriminar entre un alimento u otro, porque la señalización es idéntica en el producto que apenas supera el límite máximo de nutriente crítico por cada 100 g o ml de producto, como en el que lo excede por mucho. Ello a mi juicio tienen dos consecuencias indeseadas, por una parte actúa inhibiendo la innovación en la industria, que bajo esta lógica no logran diferenciarse de la competencia y en consecuencia, restringe las opciones de productos más saludables en el mercado; y por otra parte, los consumidores, al no poder distinguir entre productos, suelen optar por el que resulte más económico. El problema es que a equivalencia de sellos el producto más económico, suele ser de peor calidad nutricional. En consecuencia, tanto del punto de vista de la producción como del consumo, ello está lejos contribuir a resolver el problema de fondo”.

Leporati ve con preocupación el hecho de que, pese a la normativa existente, a la fecha no se observa un impacto real en la contención las cifras del sobrepeso y la obesidad en Chile.

“Llevamos casi cuatro años desde que se instauró esta normativa y no hemos visto mayores cambios de tendencia en el comportamiento del sobrepeso y la obesidad en la ciudadanía. Incluso, los últimos datos publicados por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), con fecha de octubre de este año, muestran que el 74% de la población adulta en Chile sufre sobrepeso u obesidad, situándolo en el país de la OCDE con la tasa más alta de obesidad, por sobre México (72,5%) y Estados Unidos (71%), sin ninguna evidencia de que se esté produciendo algún cambio de tendencia”, dijo.

Esta alarmante cifra se suma a las que el académico citó en una columna de su autoría en El Quinto Poder, donde menciona que “el reporte OECD OBESITY UPDATE 2017 indica que entre 2016 y 2017, el país registró un aumento del 9,3% en la proporción de adultos obesos mayores de 15 años; el informe del ‘Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2019, de FAO/OMS’, señala que Chile tiene una de las mayores tasas de sobrepeso infantil de América Latina y el Caribe con un 9,3% en menores de 5 años, cifra que se mantiene sin variación respecto del mismo informe de 2018; y el estudio ‘Mapa Nutricional 2018 de JUNAEB’ señala que el 51,7% de los escolares sufren de sobrepeso y obesidad, prevalencia que va en aumento respecto de la medición 2017, en niños de primera infancia”.

Respecto a la exportación de la Ley de Etiquetado a países como México o Perú, el experto fue enfático en decir, “evidentemente, estas iniciativas no son para copiar y pegar, deben adaptarse a la realidad local. Los países que adopten esta normativa deben tener en cuenta que el modelo chileno no es la panacea para México o Perú, sobre todo si consideramos que difícilmente está funcionando en Chile”.

 

 

¿Qué desafíos impone esta Ley para la industria de alimentos?

La aprobación de la Ley supone una serie de desafíos para la industria de alimentos en México, aún cuando se tiene presente que la obesidad y el sobrepeso son problemas de salud multifactoriales, donde todos los miembros de la sociedad -ciudadanos, gobierno, familia, empresa, escuelas, entre otros- deben tener una participación activa en esta lucha contra la epidemia del siglo XXI.

Sin duda, una de las problemáticas que se genera es lograr un consenso entre los organismos gubernamentales y las empresas para llegar a un diseño de productos que se ajusten a las normas, para evitar la presencia de los octágonos negros, pero también implica que se eduque al consumidor respecto a la información nutrimental para que realice una compra de manera informada.

 

El aporte de la industria

Este camino abre oportunidades para la industria en la generación de alimentos sin sellos, es decir, menos procesados o con menos aditivos, lo que conlleva a una innovación en las tecnologías para desarrollar productos con nuevas formulaciones, sustitutos agradables al paladar y la reducción de componentes críticos, para crear comida rica y sana.

En esa línea, es fundamental que la industria alimenticia tenga apoyo por parte de los organismos gubernamentales en el camino de innovación, con el fin de que el consumidor no sea castigado por querer optar a una nutrición más saludable.

En conclusión, la lucha contra la pandemia de la obesidad y el sobrepeso exige un compromiso activo, solo así podrán tenerse resultados beneficiosos para todos.